27 ago 2020

Personalidad "San Martín"

 Este año el concurso sobre la personalidad de San Martín, se adaptó a las condiciones de aislamiento que nos atraviesa.
Por este motivo el Equipo de Conducción, seleccionó dos composiciones y las elevó al Distrito.
Como cierre se realizará una Muestra Digital a nivel jurisdiccional que contendrá todas las producciones presentadas.
Felicitamos por el trabajo a todos los alumnos de séptimo grado de ambos turnos que se sumaron a esta propuesta.
San Martin, mucho más que un prócer

     Muchos de ustedes recordarán al General San Martín como un gran héroe de la independencia americana, resaltando aquellas hazañas bélicas, quien con su rigurosa disciplina ha conseguido la admiración de todos nosotros. Pero hoy, lo apreciaremos desde un punto de vista moral, conociendo la vida de esta persona honesta, padre amoroso y amigo incondicional.
   José Francisco de San Martín nació el 25 de febrero de 1778, en Yapeyú. Sus padres fueron Juan de San Martín, quien en ese momento había sido asignado como gobernador, y Gregoria Matorras.
   Cuando su padre termina el trabajo de gobernador, parten rumbo a España, él tenía sólo 7 años. Desde muy joven comenzó su carrera militar y participó en el ejército. Corría el año 1810 y él estuvo dispuesto a perder todo lo que tenía allí, por acudir al auxilio de su patria, que lentamente despertaba. Al llegar a América le dieron el puesto de Teniente Coronel.
    Pasado el tiempo San Martin asiste a una tertulia, allí conoce a María de los Remedios, una jovencita de 15 años que despertó amor en el General. Así fue como su caballero porte, afabilidad y afectación hacia Remedios y la dulzura, gracia y armonía de ella, hizo que el amor entre los dos creciera más rápido. Hasta que en 1812 se casaron.
    A poco tiempo llegaron nuevas noticias acerca de una expedición realista que se preparaba en la isla de Martin García. Esa misma noche los Granaderos a Caballo lucharon contra los realistas. Después de regresar a Buenos Aires cubiertos de gloria, el Libertador fue designado para hacerse cargo del Ejercito del Norte.
   En 1815 Alvear fue derrocado y la lucha por la independencia cobraría un nuevo impulso. Así, con gran esfuerzo comenzaba a equiparse el ejército para liberar a Chile. Pero antes debían cruzar Los Andes.
      El 5 de abril de 1818, el Ejército Unido Libertador de Chile, le hizo sentir al enemigo, sus sables y la furia de sus cargas. Chile era definitivamente libre.
    Finalizada su campaña libertadora, decidió volver a Buenos Aires a encontrarse con su hija Merceditas. Su regreso no fue tan fácil dado el problema con el gobierno. Allí, tuvo que hacer frente a la desgarradora noticia del fallecimiento de su esposa.
    En 1824, el Libertador parte rumbo a España, junto a Merceditas. Por esos años escribe Máximas para que acompañen a su hija durante la vida.
    De este modo pudo recuperar lo que en su juventud no pudo disfrutar: una familia. Su hija y sus nietas le dieron todo el amor que necesitaba su corazón dolido. Día tras día, los pensamientos sobre la Patria inundaban su mente. Tanta gloria había logrado para ella, y sin embargo esos frutos eran por esos años amenazados por la anarquía y el desorden.
  Previo a su fallecimiento, el libertador le regala a Juan Manuel de Rosas su sable con el cual había luchado durante su campaña libertadora. Esto fue así, debido a que Rosas había logrado que el pueblo se uniera. 
   El 17 de agosto de 1850, fallecía el Padre de la Patria. Un ser con una personalidad extraordinaria, un ejemplo a seguir. Decidió abandonar sus objetivos personales a cambio del bien común, siempre veía las necesidades de los demás y no las propias. Sí bien las acciones militares lo engrandecen, no olvidemos sus valores morales, su entrega, su desinterés, su amor a la patria, ajena a cualquier tipo de corrupción, riqueza y honores terrenales.
   Pero el decidió dar un paso al costado. Incluso sobrellevó ingratitudes, pobreza y enfermedades, puesto que sufría asma, úlcera, fiebre tifoidea, insomnio y temblores en su mano derecha. A pesar de esto nunca se rindió.
    Por eso lo recordamos como una persona humilde y de valores inigualables. Hagamos de sus enseñanzas una motivación para actuar conforme con nuestro sentir y a favor del bien de todos. 
                                                              Facundo Casanovas.  7° A
         CÓMO VIVÍ EL CRUCE DE LOS ANDES CON SAN MARTÍN

    Hoy les voy a contar una historia que me acaba de pasar hace poco, la cosa es así:  un día estaba caminando por el patio de mi casa, andaba por ahí re pancho con mis perros hasta que en un momento me di cuenta de que había algo raro entre los árboles. Me acerco a mirar un aparato grande que decía: “máquina del tiempo, no usar”. Yo la verdad no le presté atención al aviso, me metí y empecé a tocar todos los botones porque estaba dudando si era una máquina del tiempo, pero sin querer apreté uno que activó el sistema: me quedó claro que era una verdadera máquina del tiempo.
     Empecé a ver muchos colores y a marearme, justo cuando ya estaba por vomitar, la máquina, paró y se abrió la puerta. De un momento para otro yo era más alto y tenía la voz más gruesa; me asusté porque no entendía qué estaba pasando. Cuando giré para irme de nuevo en la máquina del tiempo, me di cuenta de que ya no estaba, me dije a mí mismo: “Capo, no la contás”, hasta que me llamó una voz diciendo: “Soldado,agarre su caballo que nos están esperando”. Cuando me vuelvo a girar… ¡era el mismísimo San Martín, obviamente le seguí la corriente y le dije que enseguida iría a buscar el caballo, pero me quedé fascinado.
    A mí todo esto me parecía familiar a un trabajo que estaba haciendo sobre el cruce de los Andes, porque estábamos yendo a caballo por una montaña helada, pero lo confirmé cuando escuché a unos soldados que iban charlando a mi lado diciendo: “Es bastante fría la cordillera, ¿no?”. Cuando el soldado dijo esto, me di cuenta que era estaba pasando: iba a ir a luchar junto a San Martín contra el ejército realista para hacer que Perú y Chile pudieran ser países independientes.
     Así pasaron los días, nos ayudamos entre todos, hacíamos paradas para descansar. En una de ellas, me fui a dormir y cuando desperté estaba en mi cama, con mi altura normal, con mi voz normal, y sin esa ropa que llevaba antes.         
    Ese es el final de la historia, espero que les haya gustado; me despido aconsejando que no toquen algo que dice: “no tocar”.
                                                                                       FIN        

                                                                                    Ignacio Mendez 7°D

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